“Todo cristiano bueno y verdadero ha de saber
que la verdad es del Señor dondequiera que la halle.”
San Agustín.
San Agustín filósofo y teólogo, llamado "doctor de la gracia".
Nació el 13 de noviembre de 354, por lo que este 13 de noviembre le di una leía
a sus frases célebres en frasesypensamientos.com.ar
y me detuve en esta frase: ‘La verdad es del Señor’…
La verdad no es nuestra. No hay nada más lejos de la verdad que decir
que ya le tienes, cuando ésta sólo la tiene el que es omnisciente.
Yo puedo decir ‘Dios existe’, porque así lo creo, porque lo he pensado y
razonado muchas veces, y he llegado a la conclusión de que lo menos inteligente
de mi parte sería decir que Dios no existe. Pero conozco muchos que dirán que no
existe. El punto es que cada vez que veo una discusión sobre este tema, me
parece que es perder el tiempo.
Provengo de una familia católica, pero de esas familias que sólo van a
misa en bodas, XV años, bautizos y funerales, como la mayoría de las familias
católicas. Así crecí, y llegó un momento en que quise acercarme a la iglesia, y
me uní a un grupo de jóvenes. Después se me dio la oportunidad de ser guía de visitantes
en un museo de ciencias por lo que aprendí de muchas áreas de conocimiento, que
si bien las conocía no las había profundizado como entonces. Fue la etapa en
que mi afición por la lectura maduró. Tuve una etapa de dudas, en la que llegué
a cuestionarme sobre qué caso tenían muchas cosas, darme cuenta cuantas cosas
hacía por paradigma sin saber su significado e incluso pensar que la existencia
de un dios era algo que se me había inculcado, pero no sabía si era cierto o no.
Lo que me llevó a investigar porque la gente hacía o decía cosas que yo repetía
sin cuestionarme. Sin llegar a ninguna conclusión.
Pero no fue el saber más cosas, sino el reconocer cómo me sentía al
pensar en Dios, y darme cuenta que sí respondía a mis oraciones. La psicología
podrá explicar eso que sentía, o dirán que las
oraciones no eran escuchadas sino que todo era producto de la casualidad y el
efecto placebo de una oración. No niego nada de eso, pero aun así, todo eso
fortaleció mi fe.
Una fe basada en lo que se te inculcó en casa, en lo que otros te dicen,
es una fe susceptible a cambiar. Pero una fe basada en las vivencias, conocimientos
y el razonamiento es una fe fortalecida. De modo que quien dice creer o no
creer según lo que ha vivido o pensado difícilmente lo harán cambiar de opinión.
Vivimos en una sociedad prejuiciosa y dada a generalizar. Una persona no
se puede declarar abiertamente ateo sin que haya sectores de la sociedad que lo
tachen o etiqueten de ignorante, necio, o hasta poseído. De la misma manera que
otra persona que se declare creyente será etiquetado por otro sector de la
sociedad como ignorante, seguidor de masas, fanático o se le tendrá por alguien
que no razona y no piensa por sí mismo. Ya que creer, dirán algunos, no se basa
en evidencias, sino en confianza.
En conclusión, los argumentos de un creyente siempre serán a los ojos de
un ateo falacias o niñerías, mientras que los argumentos de un ateo a los ojos
del creyente siempre serán visto como pretextos o aberraciones.
Dar a conocer a
otros nuestras razones para afirmar algo es una cosa, pero intentar convencer a
otros de que lo que piensan está mal y deben cambiar de opinión, es otra.
Dios existe, así lo siento y creo. He vivido, leído y presenciado cosas
que me hacen pensar así. Y entiendo que otros no crean. Y me parece inteligente
si lo hacen por lo que han vivido y sentido. Pero sinceramente no me parecería
inteligente que alguien negara la existencia de Dios basándose en cosas que no
ha sentido o a falta de pruebas, en ese caso, lo correcto no sería decir ‘Dios
no existe’ (ateísmo), si no decir ‘no sé si Dios exista’ (agnosticismo). Pero
igual, no soy ni filósofo ni teólogo y aunque lo fuera… ¿quién soy yo para
decir que yo tengo la verdad?
Sólo espero que si afirman o niegan algo, es decir, decidan ser fríos o calientes, espero tengan las razones suficientes, y no sean tibios, ya sea que creas o no creas
sin razones suficientes…
Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni
caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío
ni caliente, te vomitaré de mi boca.
(Apocalipsis 3,15-16).
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